Tu casa ya no te pertenece; cada
rincón está invadido por juguetes y cosas de bebés. De repente, las pilas de
ropa para lavar son interminables y tus sillas lucen un nuevo tapizado de
pequeñas manitos estampadas con dulce de leche y chocolate que impiden ver la
hermosa tela floreada que está debajo. Tus paredes se convirtieron en el
bastidor de espléndidas obras de arte y ya no hay espacio en tu bañera para
darte esa tan ansiada ducha porque está plagada de juguetes alrededor. Tu
celular ahora está lleno de videos y canciones infantiles, las cuales repetís
una y otra vez durante todo el día. En cuanto a dormir, ¿qué es eso? Ya no
queda mucho tiempo para el descanso.
Todas estas cosas y más suceden
cuando entramos en esta hermosa labor de la maternidad, sin siquiera mencionar
los nuevos temores, ansiedades, frustraciones, dolores, expectativas y
comparaciones que descubrimos con el nacimiento de nuestro primer hijo.
Muchas son las veces en las que
podemos entrar en pánico, agotarnos por la demanda de lo urgente y sentir que
los días son interminables y que somos absorbidas por la rutina por causa de
estas nuevas situaciones en nuestra vida. Entonces, ¿por qué decimos que la
maternidad es una bendición de Dios y una tarea hermosa? Para poder hallar una
respuesta que nos dé la fortaleza que necesitamos en este rol de mamá, debemos
ver la maternidad a través de las verdades del evangelio.
En Colosenses 3:1-2, la Palabra
de Dios nos dice:
1
Si ustedes, pues, han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde
está Cristo sentado a la diestra de Dios.
2 Pongan la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
Este pasaje nos muestra una
preciosa realidad en la vida del creyente: que por gracia hemos resucitado con Cristo (Gálatas 2:20, Romanos 6:3-4) y que estamos vivos en Él para experimentar su vida eterna en nosotros.
Para esto, debemos buscar las cosas de
arriba; es decir, los valores espirituales que caracterizan a Cristo, como
su ternura, su bondad, su sabiduría, su perdón, su fortaleza, su pureza y su amor.
La manera de buscar estas cosas es poniendo
la mira en lo celestial. Toda nuestra vida debe estar orientada hacia lo
eterno, de la misma manera que una brújula apunta hacia el Norte.
Conociendo estas verdades,
podemos decir que nuestra maternidad no debe ser un fin en sí misma; no es ella
la que nos da la plenitud que necesitamos. La maternidad es una bendición
porque puede convertirse en un medio de gracia para mostrar el evangelio y para
extender la gracia derramada en nosotras a nuestros hijos y a otros.
Hermanas, déjenme decirles que es
más sencillo de lo que nos imaginamos y que es parte de nuestro día a día
también. La gracia del evangelio debe inundar nuestra maternidad siempre:
cuando cocinamos, cuando cambiamos pañales, cuando atendemos al llamado número
quinientos de “¡Mamá, mamá!” del día, cuando curamos una herida, cuando
ayudamos con las tareas escolares y más aún cuando pecamos. Por supuesto que
nuestra maternidad debe estar llena de tiempos en quietud con la Palabra de
Dios, inundada de oración, de enseñanza de las verdades de Dios a nuestros
hijos; pero, además, debemos aprender a buscar a Dios en medio del ruido de la
maternidad y mostrar Su gracia en esos momentos.
Es importante que sepamos, desde
el inicio, que ser mamá no tiene que ver solamente con cumplir bien nuestro rol
o hacer bien nuestro trabajo. Los principios de la maternidad son el comienzo
de una obra que tendrá repercusiones eternales, por lo que necesitamos que el
evangelio transforme nuestra manera de vivirla. Me refiero a que el evangelio
es una realidad mayor que nuestra realidad como mamás, ya que la gracia que
recibimos en Cristo nos libera para poder amarlo a Él y, luego así, poder amar
a nuestro prójimo. Con su poder,
somos capaces de humillarnos y servir a nuestras familias con amor sacrificial.
Entonces, sabiendo que el
evangelio debe inundar cada aspecto de nuestra maternidad, las invito a ser
parte de este nuevo espacio, donde aprenderemos verdades de la Palabra de Dios
que nos orientarán y enfocarán mejor en la maternidad. Hablaremos de temas
tales como el contentamiento en la maternidad, qué dice la Biblia sobre
nuestros temores como mamás, la maternidad como medio de adoración y la
importancia de amar nuestro hogar, por mencionar algunos.
Desde este espacio para mujeres,
nuestro gran clamor al Señor es que juntas podamos ir a su Palabra con
corazones sedientos de Él, humildes y sinceros (Hebreos 10:19-24), reconociendo
que nosotras somos el primer obstáculo que nos impide cumplir con sus
propósitos en la crianza de nuestros hijos y que, por sobre todo, no se trata
de métodos o maneras para hacer mejor las cosas, sino de verdades de la Palabra
de Dios que realmente son poderosas para transformar nuestras vidas.
Escrito por Daniela Aguirre.
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