Hace más de 500 años, aconteció uno
de los hitos más grandes en la historia de la humanidad: la Reforma
Protestante. En aquel momento Dios utilizó, providencialmente, a un grupo de
hombres y mujeres para traer luz en medio de una crisis religiosa generalizada.
Los hechos son bien conocidos; los reformadores pusieron en alto la Palabra de
Dios, la justificación por la fe, y definieron afirmaciones doctrinales tales
como las “cinco solas”1,
entre otras. Una de las tantas consecuencias que ha tenido la Reforma fue la
noción de que nuestras tareas cotidianas también son hechas para el Señor. Tal
es así que se acuñó la frase Coram Deo,
la cual deriva del latín cora que
significa “en presencia de” y deo que
significa “Dios”. En otras palabras, lo que los reformadores quisieron afirmar
con esto es que vivimos nuestra vida entera en la presencia de Dios, bajo la
autoridad de Dios y para la gloria de Dios.
Pero como bien sabemos, esta verdad
no la inventaron los reformadores ni tuvieron alguna revelación particular para
poder declararla. Lo único que ellos hicieron fue interpretar correctamente las
Escrituras a partir de aquello que Dios enseña a través de Pablo en 1 Corintios
10:3: “Entonces, ya sea que comáis, que bebáis, o que hagáis cualquier otra
cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”. Lo que está queriendo decir Pablo
aquí con “todo” es literalmente todo,
eso incluye nuestros estudios terciarios o universitarios.
Usando la
mente que Dios nos dio
Ya sea que te encuentres finalizando
la secundaria y estés considerando inscribirte en una carrera o bien estés
avanzada en tus estudios superiores, todas sabemos que estudiar requerirá un
esfuerzo mental extra; muchas horas de clase presencial o virtual, otras tantas
leyendo libros o manuales, algunas más haciendo resúmenes y, como si fuera
poco, un par más haciendo trabajos prácticos individuales o grupales. Quizás
alguien podría decir que todo esto suena a demasiado sacrificio y que en
realidad no vale tanto la pena, que es algo terrenal y que no deberíamos
invertir tanto tiempo en estudiar habiendo tantas otras cosas importantes para
hacer. Sin embargo, poder estudiar una carrera es un regalo de Dios y una
oportunidad para glorificarlo a Él en esta tierra, ser de testimonio a las
personas que nos rodean, cumplir con el mandato cultural de Génesis (1:28,
2:15) y ser fieles mayordomos de lo que el Señor nos ha entregado (ver Mateo
25:14-30).
Debido a que Dios nos hizo a su
imagen y semejanza, somos seres racionales y tenemos capacidad para pensar.
Como afirma John Stott (2005): “Dios se ha revelado de palabras a mentes”. Nuestro Señor ha hablado a través de la Biblia, y para poder leerla
necesitamos hacer uso de nuestro raciocinio. Podemos afirmar que si Dios nos
creó con una mente racional, es porque Él quiere que la utilicemos y lo
glorificamos al hacerlo. Por otro lado, Dios se ha revelado a través de la
naturaleza (Romanos 1:19-20, Salmos 19:1-4), a lo que estudiar una carrera nos
permitirá profundizar en nuestro conocimiento de aquello que Dios ha creado y
cómo ha obrado a lo largo de la historia. Ya sea que estés en un laboratorio
observando con un microscopio estructuras celulares, estudiando algún idioma o
la anatomía del cuerpo humano, o bien la historia del pensamiento moderno, todo
esto será una arista más de aquello que el Señor ha decidido revelar a través
de su creación. Estudiando una carrera podremos amar más a Dios, porque le
conoceremos más y, asombradas, lo alabaremos por todo lo que ha creado. A su vez,
podremos amar más a nuestro prójimo, porque estaremos para servirle con las
herramientas que nuestras carreras nos han proporcionado.
Algo que puede obnubilar nuestros pensamientos con respecto a los estudios es la falsa dicotomía de que aquello que hacemos para Dios es lo que está directamente relacionado con actividades ministeriales y que todo lo que esté por fuera de ese marco, ya sea el trabajo, los quehaceres del hogar o, en este caso, los estudios, son actividades “seculares”. Al respecto, R.C. Sproul afirmó lo siguiente: “El cristiano que compartimenta su vida en dos secciones, la religiosa y la no religiosa, no ha entendido la gran idea. La gran idea es que, o toda la vida es religiosa, o nada de ella lo es. Dividir la vida entre lo religioso y lo no religioso es, en sí mismo, un sacrilegio”.3 Esta cosmovisión dicotómica es sumamente peligrosa para nuestra etapa de estudios, ya que al aceptar una visión dualista de la vida cristiana, dejamos nuestra fe en la puerta de la facultad. Lamentablemente, la consecuencia lógica de esto será que nos volveremos vulnerables al engaño.
Pablo les escribe una carta a los
cristianos de Colosas buscando combatir una herejía que, según algunos
comentaristas, probablemente haya sido una forma de filosofía judía con
influencia griega, como el gnosticismo, o una “espiritualidad” que consideraba
a los cristianos como aún vulnerables a las fuerzas espirituales, negando la
suficiencia de la obra de Cristo para la salvación. La advertencia es clara:
“Mirad que nadie os engañe por medio
de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres,
conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Colosenses 2:8,
versión Reina Valera 1960).
La frase “os engañe” se refiere al término que significa “robar”, aludiendo a que lo que hacen los falsos maestros que tienen éxito en hacer que las personas crean sus mentiras es robar la verdad.4 Con mucha preocupación en su corazón, Pablo busca alertarlos para que no sean engañados con razonamientos persuasivos (Colosenses 2:4) y los exhorta a andar en Cristo, firmemente arraigados y edificados en Él, tal como fueron instruidos (Colosenses 2:6-7). No debemos ser ingenuas, la facultad nos querrá ofrecer otro evangelio y su propia “verdad”. Ya sea que estudies humanidades, ciencias o artes, todas y cada una de las disciplinas académicas querrán ofrecer soluciones al problema del mal en el mundo, la condición del hombre y el fin de la historia desde una cosmovisión humanista y atea, que no será más que necedad (Romanos 1:22-23). Todo esto tendrá el potencial para trastabillar nuestras convicciones si no permanecemos fundadas y firmes en la fe (Colosenses 1:23).
Querida hermana y amiga, la mejor
manera de permanecer firmes en la fe y arraigadas a nuestro Señor en nuestra
etapa como estudiantes es no descuidando las disciplinas espirituales y
haciendo uso de los medios de gracia que Dios, en su amor, nos ha otorgado: el
estudio de la Palabra, la oración y la comunión con los hermanos. Algunos
consejos al respecto:
Estudiá con
diligencia las Escrituras. Antes de iniciar mi carrera universitaria recibí un
consejo que me animó y exhortó todos esos años: “Por cada libro de la facultad
que leas, lee mucho más la Biblia”. Como creyentes, urge que pasemos tiempo
estudiando la Palabra de Dios de manera diligente y exhaustiva. Debemos renovar
nuestra mente (Romanos 12:2) para poder discernir con pensamiento crítico
aquello que escuchamos y aprendemos en las aulas y los libros, y así podamos
filtrar todo a través de las Escrituras (1 Tesalonicenses 5:21), llevando
cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (2 Corintios 10:5). Estudiar
en profundidad la Palabra nos ayudará en tiempos de dudas y nos capacitará para
poder presentar defensa de nuestra fe con mansedumbre y reverencia cuando se
nos demande (1 Pedro 3:15).
Cultivá una
vida de oración.
El Dios de toda gracia no solo quiere hablarnos a través de Su Palabra, también
quiere escucharnos. Las Escrituras afirman que Él inclina su oído a nuestras
oraciones (Salmos 116:1-2, 1 Juan 5:14). Cuando estés estresada o frustrada por
algún examen, acude al Señor en oración. Cuando estés feliz por un buen
desempeño, acude al Señor en oración. Cuando luches con el ego intelectual o la
competitividad académica, acude al Señor en oración. No creas la mentira de que
esto es algo muy banal como para entregárselo al Señor; Dios nos manda a que
practiquemos la oración de manera constante (Romanos 12:12) y que oremos sin
cesar (1 Tesalonicenses 5:17), por lo que eso incluye esta preciosa etapa de
nuestra vida también.
No descuides
la comunión con los hermanos. Cuando el Señor nos salva por gracia, no nos deja solas
frente al mundo, sino que nos inserta en una familia de la fe (Filipenses 1:5,
Efesios 3:6). Este medio de gracia no posee excepción alguna, ya que no depende
de cuántos años tengas en la fe o en qué etapa de la vida estés, todas nos
necesitamos unas a otras. Muchas veces caemos en la trampa de creer que, como
nuestro tiempo ahora es más limitado por estar estudiando, ya no podremos tener
comunión con nuestros hermanos y eso está justificado. ¡Grave error! En Hebreos
10:24-25, el Señor nos manda a no dejar de congregarnos, sino más bien a
tenernos en cuenta unos a otros a fin de estimularnos al amor y a las buenas
obras. Durante esta etapa de estudios necesitamos categóricamente fortalecer
nuestros vínculos con hermanas que busquen honrar al Señor, rendir cuentas a
ancianas maduras en la fe, pedir consejo para saber qué decisiones tomar y no
perdernos la bendición de participar en la adoración congregacional.
Bibliografía
Stott,
J. (2005). “Creer es también pensar”. Certeza.
1 Sola Scriptura (solo la Escritura), Sola Gratia (solo por gracia), Sola
Fide (solo por fe), solus Christus
(solo Cristo), Soli Deo Gloria (solo
a Dios la gloria).
2 Sproul, R. C. (2017). Ligonier. Recuperado de
https://www.ligonier.org/learn/articles/what-does-coram-deo-mean
3 Sproul, R. C. (2017). Ligonier. Recuperado de
https://www.ligonier.org/learn/articles/what-does-coram-deo-mean
4 Comentario de John MacArthur correspondiente
al libro de Colosenses, Cap.
2, versículo 8. En Biblia de
estudio MacArthur Reina Valera 1960
Muy hermoso el lema y versículo de hoy! Realmente edificante y de mucho animo para saber sobrellevar nuestras tareas en todas las areas que nos podamos encontrar! Gracias por el compartir❤️ Dios siga extendiendo su evangelio en donde quiera que estemos. Bendiciones
ResponderEliminarPrecioso artículo! Gracias por escribir y hablar la verdad de Dios con tanta claridad. Dios bendiga su palabra y este ministerio 🙏🏻
ResponderEliminarGracias por el articulo, que glorificar a Dios en todo lo que hagamos sea nuestro principal objetivo cada día de nuestras vidas.
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