Antes de “la
primera ola” de la pandemia, se anticipó lo peor: tenía en el baúl del auto un
bolso listo para no volver a casa. Maquinaba en mi mente todos los problemas
que podían venir y, a la vez, pensaba en que debía estar preparada. Ese día
llegó antes de lo imaginado. Una tarde, me despedí de mi hija y de mi esposo, y
les pedí que me esperaran con la mesa lista para el té. Sin embargo, ese mismo
día no volví a casa. Como médica, soy quien está al servicio de los que tienen
problemas de salud, pero esta vez me tocó a mí ser el paciente. Había quedado
internada.
Mientras estaba
aislada en la habitación, me preguntaba qué iba a ocurrir con mi esposo, con mi
hija, con la comida, con el auto que estaba a la intemperie en el
estacionamiento del sanatorio… ¿Habría contagiado a mi familia? ¿Cómo se las
arreglarían sin mí? ¿Me quedarían secuelas? ¿Iba a morir?
Ese día el Señor
me había llevado a hacer un “trabajo práctico”. Tarea: mirar por la ventana. No
sabía que mi estadía en el sanatorio duraría ocho días. Le había prometido a mi
hija de cuatro años que volvería en un rato a tomar el té. En cambio, el Señor
tenía otros planes: una semana de “spa espiritual” para escudriñar y hacer un
diagnóstico y tratamiento a mi corazón. Sólo quedaba observar hacia afuera, meditar
y esperar.
De repente,
obtuve la respuesta. Al mirar por la ventana, pensaba en lo tragicómico que es
preocuparse por morir. El que muere no
puede solucionar los problemas que dejó sin resolver, ya que es obvio que su
muerte deja como resultado su propia ausencia. Quedaba en evidencia esa actitud
pecaminosa y esa sensación de ansiedad por querer tener las soluciones de
inmediato y las cosas resueltas anticipadamente. El Señor preparó una lección;
una ilustración para mí cada tarde en la ventana, que me llevó a pensar y a
examinar mi ansioso corazón a través de Mateo 6 (Mateo 6:2-34).
La preocupación
es ocuparse previamente de un asunto. Al igual que cuando nos enfrentamos a un
problema mentalmente, como el hecho de imaginar de qué forma desenmarañar un
ovillo antes de haber ido a comprar la lana. También, como cuando se nos
plantea una inminente dificultad futura y tratamos de encontrar todas las
posibles soluciones. Un laberinto de posibilidades que todavía no se han
concretado o un ajedrez en el aire. Muchos han dicho: “La depresión es un
exceso de pasado; el estrés, un exceso de presente; y la ansiedad es un exceso
de futuro”.
¿Dónde podemos
encontrar un antídoto para la ansiedad? En el Sermón del Monte (Mateo 5, 6 y 7).
Allí el Amo se dirige a sus siervos; el Rey, a sus súbditos; el Maestro, a sus
discípulos. El Señor Jesucristo, el Mesías prometido, enseña acerca de las
características de los que pertenecen a su Reino; el contraste entre los que
han sido declarados justos por la fe en Cristo y los gentiles. No está
exponiendo las condiciones para entrar o permanecer en su Reino, sino cómo
piensan y viven aquellos que ya pertenecen a él. Ellos no pueden vivir
controlados por la ansiedad, ya que es un mandamiento del Rey: “no os afanéis”
(Mateo 6:31-34). Este nuevo modo de pensar y
actuar es posible porque los justificados han nacido de nuevo. Los que
pertenecen a su Reino no sirven a las riquezas. Ellos no son controlados por el
amo de las posesiones, no están pendientes de la búsqueda y adquisición de
“estas cosas” (v. 32) porque el Rey garantiza su provisión, y ellos confían en
su Palabra y saben que Él es fiel y digno de confianza. Saben que el Padre
Perfecto proveerá.
Por otro lado,
¿cuáles son “todas estas cosas” del versículo 32? ¿No son aquellas que tienen
que ver con el sustento de nuestras vidas? ¿No es acaso lícito ocuparse y ser
diligente en tratar de satisfacer las necesidades básicas de nuestro cuerpo y
alma?
Sin embargo, el
“deseo de la carne” a veces se disfraza de necesidad, y el problema se genera
desde el corazón porque buscar satisfacción fuera de Dios subyace en un lecho
de incredulidad de parte de uno en cuanto a la Palabra de Dios (ver Mateo 6:30).
¿Acaso no es
esto lo que le ocurrió a Eva en el Huerto? Habiendo sido engañada, pensó que el
fruto del árbol de la Ciencia del Bien y del Mal iba a satisfacer sus
necesidades (aunque no tenía ninguna en realidad) porque el árbol era agradable
a los ojos y codiciable para alcanzar sabiduría (Génesis 3:6). Priorizó atender su
deseo sin tener en cuenta a Dios como el proveedor de todas sus necesidades y
como su único deleite, menospreciando y poniendo en duda la Palabra de Dios.
En cambio, el
Señor Jesucristo, a pesar de tener una real necesidad física y habiendo ayunado
en el desierto, tenía como único deleite a Dios y Su Palabra. No se enfocó en
trabajar para solucionar sus “necesidades”, sino que estaba dedicado a cumplir
la voluntad de Dios (Mateo 4:1-11). La búsqueda de “todas estas cosas” (v. 32) es,
en el fondo, creer que yo las tengo que procurar por mí mismo porque no hay
plena confianza en que Dios satisfaga mis necesidades. Sin embargo, los
discípulos de Cristo ponen como prioridad en sus vidas los principios del Reino
y la búsqueda de su extensión, confiando en que Dios proveerá lo que les haga falta.
En contraste,
los gentiles se caracterizan por no poner su confianza en Dios. Desacreditan su
Palabra y su carácter. No están bajo su señorío. Su actitud de desestimar a
Dios manifiesta que sirven, aman y estiman a otro amo: las riquezas. No
necesariamente porque estén en la búsqueda de ser millonarios, sino porque
están valorando a otra cosa que no es Dios. Están bajo el señorío de un tirano
insaciable, al cual adoran. Están ocupados en proveer por sí mismos aquellas
cosas que sus cuerpos necesitan. Este es su trabajo permanente e incesante. No
esperan en la provisión de Dios, tanto en lo material como en lo espiritual, ya
que no consideran que dependen de la justicia de Cristo para su reconciliación
con Dios e ignoran (voluntariamente o no) que están bajo su ira.
¿A quién estoy
sirviendo y amando? A quien tengo por amo. No se puede ser esclavo de dos amos.
No puedo servir a Dios y a las riquezas. No puedo decir que confío en Dios y
que Cristo es mi Rey si estoy en un permanente estado de ansiedad porque el
verdadero discípulo de Cristo lo tiene sólo a Él como su amo, su proveedor y su
único deleite.
No es una
lección que se pueda aprender en un solo día porque cada amanecer trae nuevos
problemas y nuevas causas de ansiedad. Es por eso que el Señor preparó
atardecer tras atardecer. Durante una semana, contemplé en mi ventana un
impresionante espectáculo que me permitió seguir meditando en esto para que mi
corazón cambie: una bandada gigantesca de gaviotas que volaban y hacían
hermosas figuras . Cada tarde la coreografía era diferente. No se las veía
preocupadas. ¿Dónde habían estado todo el día?
Se reunían para disfrutar la puesta del sol y acomodarse en un árbol.
Esperaban que su Creador las sustente y recogían el alimento que Él les daba.
Mi amada
hermana, ¿estás priorizando el Reino de Dios y su justicia? ¿O estás preocupada
por asuntos temporales? Mirá los pájaros en tu ventana.
Escrito por Carolina Harris
Bibliografía:
Carballosa, Evis L. (2007). Mateo: la revelación de la realeza de Cristo.
Editorial Portavoz.
MacArthur, J. (2016). El único camino a la felicidad. Editorial Portavoz.
Muchas gracias🥰Cariños para todas.
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Igualmente.
EliminarBendiciones ♥
Hermoso devocial que nos asienta a no dejar de poner los ojos en Jesús, el autor perfecto de todas las cosas, gracias una vez mas, Dios les bendiga a Él sea la gloria por siempre❤ bendiciones
ResponderEliminar¡Gloria al Señor! ¡¡Gracias por tu comentario!!
EliminarBendiciones ♥
Gracias! que bueno es poder confiar en que DIOS suple todo lo que necesitamos.
ResponderEliminarAmén! Bendiciones Luciana ♥
EliminarGracias Caro por enseñarnos a través de tu prueba, Gracias por la Palabra de Dios.. El Señor nos ayude a recordar que todo lo que necesitamos está en El y es Cristo. Podemos estar confiadas! Santiago 1:17 Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto.
ResponderEliminarBendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto. Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.
Jeremías 17:7-10
Maravilloso! que hermoso es saber que el Señor suple siempre todas nuestras necesidades y que no tenemos de que preocuparnos! así como el alimenta a las aves también lo hará con cada una de nosotras! el Señor nos ayude a depender y confiar solo de Él en todo momento.
ResponderEliminarAmén! Gracias por dejarnos tu comentario ♥
EliminarDios te bendiga
Bello y como trabajadora de la salud el 2020
ResponderEliminarMe tocó pasar por esto y también llegué a pensar
Y si muero . Tenía la seguridad de que descansaría con mi señor . Pero uno piensa en los que quedan. .
Pero si el Señor cuidaría de ellos también.
Así es! Muchas gracias por compartirnos tu reflexión
EliminarGracias a Dios por su cuidado ♥