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La regla de oro en el noviazgo cristiano

  ¿Alguna vez te pusiste a enumerar cada uno de los consejos que te han dado sobre el noviazgo? ▪         Estén de novios al menos un año ▪         No estiren el noviazgo más de un año. ▪         Salgan siempre en grupos, con amigos. ▪         Asegúrense de tener un tiempo a solas también. ▪         No se besen antes de casarse. ▪         Pero, ¿cómo pueden saber si hay "química" entre ustedes si no se besan? ▪         Dejen en claro cuáles son los límites. ▪         No hagan exactamente lo que otros hicieron. ▪         Pasen mucho tiempo juntos. ▪         Midan la cantidad de tiempo que pasan juntos. ▪         Conozcan a varias personas antes de comprometerse con una. ▪         Mejor no traten de conocer a nadie hasta que estén realmente listos para casarse.  La lista podría seguir. De hecho, si eres parte de una comunidad cristiana, seguro tengas más cosas para agregar. El punto es que, aunque entre cristianos todos sigamos a Cristo, leamos la misma Biblia y tengamos un mis

El temor al hombre: una trampa poderosa


¿Alguna vez asumiste compromisos a los que deberías haberte negado, ya que esa era la opción más sabia? ¿Te importa demasiado lo que otros puedan pensar de vos como esposa o madre? ¿Decís “mentiras piadosas” para evadir situaciones que requieren hablar la verdad? ¿Te encontrás exigiéndote sobremanera por miedo a equivocarte o a quedar expuesta en tu trabajo o en la universidad? ¿Te cuesta alejarte de ciertas amistades por temor a ser rechazada o burlada? ¿Buscás excusas para no confrontar a otra persona cuando sabés que es tu responsabilidad hacerlo? ¿Ocultás tu identidad en Cristo por temor a las burlas o al desprecio por parte de quienes te rodean? Todas estas preguntas tienen algo en común, ¿no? Cada una de ellas nos exponen frente a una lucha pecaminosa. Es un lazo sutil e insidioso pero poderoso y esclavizante. Este lazo, llamado así en el libro de Proverbios, es el temor al hombre.

El temor al hombre puede ser definido como la búsqueda incesante de aprobación y reconocimiento por parte de otras personas, la cual controla nuestra forma de pensar y de actuar. Además, tiene como premisa lo siguiente: “necesito de las personas, de su amor, apreciación y valor para ser feliz”. Cuando estamos atrapados por este lazo, las personas se vuelven grandes mientras que Dios se vuelve pequeño. Aunque este artículo no será suficiente para tratar el tema en sus múltiples manifestaciones, deseo que podamos comprender la raíz de este pecado, lo cual nos permitirá llegar a un diagnóstico certero de lo que muchas veces vemos en la superficie. Asimismo, me gustaría que pensemos juntas acerca del remedio para esta lucha pecaminosa. Confío en que la Palabra de Dios tiene poder para restaurar todo aquello que el pecado ha corrompido en nuestras vidas.

El autor Edward Welch (2014) afirma: “si no luchas con el temor al hombre, entonces no corre sangre por tus venas”. Ciertamente, todas luchamos con este deseo de agradar a otros. Entonces, deberíamos preguntarnos, ¿por qué tenemos esta tendencia a buscar la aprobación de otros? ¿Qué ocurre en nuestro corazón? Observemos un pasaje muy interesante que habla de esto: Juan 12:37-43. Jesús enseñaba en la sinagoga y era despreciado por muchos. Sin embargo, algunos gobernantes habían creído en él, aunque no lo confesaban por causa de los fariseos para no ser expulsados de la sinagoga. En el siguiente versículo, se menciona cuál era su verdadera motivación: “porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios” (v. 43) El término “gloria” se refiere al honor resultante de una buena opinión. En otras palabras, ellos estaban valorando y atesorando más la aceptación de los hombres que la aprobación de Dios. Este pasaje nos ilustra que detrás de nuestro temor al hombre se encuentra nuestra idolatría por las personas, ya sea nuestro cónyuge, nuestro jefe, nuestros hijos, amigas, etc. Percibimos que las criaturas tienen algo mejor para darnos que nuestro Creador. Ahora bien, ¿por qué los gobernantes del pasaje anteriormente mencionado amaban más la gloria de los hombres? Porque tenían temor a ser expulsados de la sinagoga. La adoración a las personas era el resultado de adorarse a sí mismos. Ellos se amaban tanto que preferían continuar siendo parte de la sinagoga y disfrutar de los privilegios y de la aceptación de todo su entorno antes que confesar a Cristo como Dios y Salvador.

Por lo tanto, podemos concluir que, ante todo, nuestro temor a las personas proviene del orgullo de nuestro corazón. Nuestro “yo” desea ser satisfecho por medio de la buena opinión de otros. “El orgullo produce una vida pendiente de las apariencias. Nos susurra que debemos controlar lo que otros piensan de nosotros y crear una imagen sin debilidad o necesidad” (Diaz, 2020). Por ende, si no conseguimos el honor que las personas pueden brindarnos, nos sentimos heridos y angustiados.

El hombre más sabio en la Tierra, luego de haber intentado todos los caminos que el mundo le ofrecía, llegó a un veredicto final: “El fin de todo el discurso oído es este: teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Eclesiastes 12:13). Lo más importante para la vida del hombre es temer a Dios. Este hombre escribió lo siguiente en el libro de Proverbios: “El principio de la sabiduría es el temor a Jehová” (Proverbios 1:7). En otras palabras, para saber vivir en esta vida de acuerdo a los parámetros de Dios, debemos cultivar un corazón que le tema. Por eso, si queremos batallar contra nuestro pecado de buscar agradar a las personas, primeramente debemos crecer en nuestro conocimiento de Dios, lo cual nos llevará a un temor reverente hacia Él. Cuando conocemos a Dios y su asombroso carácter revelado en Su Palabra, comenzamos a despojarnos de la imagen de un Dios suavizado, a quien el pecado solo le “molesta” y quien viene a nuestras vidas para cumplir nuestros sueños y convertirnos en personas amadas y valoradas. Debemos conocer a Dios como Creador para que podamos interpretar la realidad a través de una perspectiva correcta, en la cual Él es el Creador y nosotras sus criaturas. Esta perspectiva nos conduce a la humildad, a entender que esta vida no se trata de nosotras y de nuestra gloria. Resulta vital que desviemos la mirada de nosotras mismas y de nuestras circunstancias hacia Aquel que es mayor, sublime y que nunca cambia.

En segundo lugar, si dijimos que el temor al hombre tiene su raíz en el orgullo que hay en nuestro corazón, debemos comenzar a cultivar un espíritu humilde. La humildad, aunque podría ser considerada como debilidad en nuestra sociedad, es definida bíblicamente como una virtud que consiste en doblegarse o agacharse delante de Dios. Cuando crecemos en esta virtud, estimamos a los demás como superiores a nosotros mismos; vivimos como siervos en lugar de amos (Filipenses 2:3 y 2 Corintios 5:15). Ya no buscamos la aprobación y reconocimiento de otros, sino solamente la exaltación que viene de parte de Dios.

Esto nos lleva a la tercera virtud que debemos desarrollar: un amor genuino por nuestro prójimo. El temor a Dios y la humildad nos llevarán a amar más a las personas y a necesitarlas menos. Ya no amaremos para conseguir ciertos beneficios de parte de otros. Todo lo contrario, nuestro amor se manifestará en servir a los demás, lo cual nos llevará a exhortarlos cuando sea necesario y a hablar la verdad aunque esto pueda resultar en una imagen desfavorable de nosotros mismos. El apóstol Juan declara una verdad reveladora: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18). A medida que desarrollamos un amor bíblico y genuino por otros es que podemos echar fuera todos nuestros temores. El creyente ha sido capacitado para amar porque ha conocido a Aquel que es la fuente y definición del amor (1 Juan 4:7-8).

Querida hermana, para concluir me gustaría que examinemos nuestros corazones a la luz de lo que hemos meditado y que podamos evaluar las situaciones o áreas en las que las personas se han vuelto grandes y Dios, pequeño. También, cómo esto puede afectar desde nuestros pensamientos hasta nuestras emociones y estado físico. Cualquiera sea el grado de nuestra lucha, ¡hay una gran noticia!: “Cristo vino a liberarnos de nuestro mundo autocentrado, para poner nuestros ojos en Otro que es mucho mayor y digno de nuestras vidas” (Welch, 2014). Tenemos un llamado a confesar nuestros pecados y a arrepentirnos para poder disfrutar del perdón de Dios (1 Juan 1:9). ¿Qué otra verdad más liberadora puede haber? ¡Somos perdonadas y aceptadas por Dios en Cristo! Ciertamente, él nos libra de vivir para agradar a otros. El perdón de Dios y Su amor de pacto desata el lazo del temor a las personas.

Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad.
Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová;
Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.

Salmo 32:5 versión RVR 1960

Finalmente, quiero animarte a buscar formas prácticas en las que puedas crecer en el temor a Dios, en humildad y en el amor por otros. Para crecer en el temor a Dios, podés comenzar a leer las Escrituras con el propósito de ver el carácter de nuestro Señor revelado en ellas. Conocer a Dios nos va a llevar a asombrarnos más de su persona y a pensar menos en nosotras mismas. Por último, pensá en situaciones específicas donde puedes reemplazar el temor al hombre por el amor sacrificial; en una reunión con amigas, con tu jefe o con tu cónyuge. Reemplacemos el “¿qué van a pensar de mí?” por “¿cómo puedo servir y mostrar el amor de Cristo a estas personas?”. Imitemos a nuestro Salvador, quien vino a servir y no a ser servido (Filipenses 2:3-11).


Escrito por Marisol Peluffo.

 


 


Bibliografía

De Young, Kevin (2012). Exchanging Fear for Fear. Coalición por el Evangelio. Recuperado de: https://www.thegospelcoalition.org/blogs/kevin-deyoung/exchanging-fear-for-fear/

Diaz, Alex (2020). Examinando el orgullo en nuestros corazones. Coalición por el Evangelio. Recuperado de: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/examinando-el-orgullo-en-nuestros-corazones/

Welch, Edward (2014). Cuando la gente es grande y Dios es pequeño. (1er ed.). Editorial Peregrino

Comentarios

  1. Amadas una vez mas le doy la gloria al Señor por sus vidas. Dios me ha edificado con este articulo, ya que la cotidianidad no lleva a encontrarnos con estas situaciones. Que el Señor nos ayude y obre en nuestros corazones para poder glorificarle. Que Dios les siga dando sabiduría para seguir edificando a las mujeres preciosas y que podamos darle honra aun en nuestra condicion, obedeciendole y buscando agradarle. Bendiciones.

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    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias por tu comentario! La gloria a Dios!!
      El Señor te bendiga ♥

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  2. Una bendición para mi vida este compartir, gracias por animarnos a mirar a Dios por sobre todas las situaciones en las que nos sentimos tentadas a pensar en nuestro orgullo antes que agradar a Dios. Tremenda verdad para pensar y afianzar en el corazón.

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