Todas nos enfrentamos a tiempos de incertidumbre. El Covid-19 nos ha recordado que nada es seguro en esta vida. Nuestras horas son breves sobre esta tierra. Aun cuando creemos que somos fuertes y esforzadas, seguimos siendo débiles y vulnerables.
— ¡Tranquila, Dios está al control!— suele escucharse en tiempos de dificultad, y es una gran verdad que también ha salido de mis labios. Pero sabemos que cuando los problemas se presentan en nuestra historia, muchas veces esa frase suena distante, sin sabor y sin paz. Dudamos de versículos como "todas las cosas cooperan para bien" (Romanos 8:28), nos preguntamos y afligimos. Dejamos que la preocupación nos domine de tal manera, que el corazón acongojado pinta nuestros pasos.
La Biblia afirma que la angustia
es parte de nuestra biografía. Nuestro Eterno y Sublime Señor usa el
sufrimiento. Recordemos que Él lleva a cabo un plan de santificación y refuerza
nuestra fe a través de la tristeza (Santiago 1:1-12) para que “podamos consolar a los que están en cualquier
aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios”
(2 Corintios 1:4).
Es fácil decirlo. Lo difícil es vivirlo. La incertidumbre trae angustia, genera ansiedad y nos llama a la desesperación. En el Salmo 70, David abre las puertas en lo recóndito de su oración para mostrarnos que todo creyente puede verse envuelto en esta situación y aún así no desmayar. Al leer este pasaje, podemos notar que él estaba en problemas, y perseguido suplica a Dios por auxilio.
“Oh Dios, apresúrate a librarme;
Apresúrate, oh Señor, a socorrerme”
(v. 1)
En otras palabras: “Mi vida corre peligro, Dios. ¡Por
favor, ven rápido!”
¿No se han oído esas palabras en la soledad de tu corazón? Quizás no por ser acorralada por personas que buscan tu fin, pero tal vez siendo presa de pensamientos sin respuesta. David sabía a quién acudir. Él sabía que Dios sería capaz de librarlo de aquella situación. Nosotras también lo sabemos. A pesar del dolor, sabemos que el Señor es quien puede librarnos, y siendo honestas, muchas veces lo cuestionamos. Nos preguntamos si vale la pena seguir confiando, y exigimos una respuesta de parte del Creador.
“Mas yo estoy afligido y necesitado;
Oh Dios, ven pronto a mí.
Tú eres mi socorro y mi libertador;
Señor, no te tardes”
(v. 5)
Entre los versos 2 al 4 David
expresa que buscan su vida y se burlan de él. Pese a la situación que
estaba atravesando, nos quiere enseñar que no hay motivo para dejar de adorar a
nuestro extraordinario, magnífico y admirable Dueño.
En el versículo 5 todavía corre
el desconsuelo en su alma. El salmista declara: “Yo estoy afligido y necesitado”. Él reconoce el estado de su
interior. No vacila. No disimula su pesar. Abre su corazón exclamando con
desespero: “¡Oh Dios, ven pronto a mí!”;
y es así que podemos escucharlo esperanzado decir: “¡Señor, no hay otro socorro
y libertador! ¡No busco otro! ¡Eres tú! ¡No te tardes!”. Otras versiones
traducen “no te tardes” como “no te
detengas”. El punto es que David conocía que Dios no estaba demorado. Nuestro
fascinante Padre siempre está a tiempo, pese a que pareciera que no estuviese
actuando. La espera no es sinónimo de tardanza.
Querida hermana, estas palabras
son abrazadas por muchas de nosotras cuando nos encontramos perplejas: “Dios,
ven pronto a mí”, “líbrame”, “ayúdame”, “no te tardes”. En medio de la
incertidumbre, la desesperanza se adueña de nosotras; es por eso que, así como
tenemos el ejemplo del salmista, debemos buscar a Dios y volcar todos nuestros
pensamientos a Aquel que es, en esencia, Libertador y Socorro. Incluso sin
conocer el resultado de nuestra carga. El consuelo del creyente descansa en la
autoridad soberana de su Pastor y Amo, en quien no hay sombra de variación ni
tardanza alguna. Nuestros pequeños e insignificantes mundos autosuficientes
deben ser invadidos y derribados por el Rey del Universo, que nos invita a
depender plenamente de Él, abrazando con humildad Su voluntad. Sin importar
cuál sea tu pesar, sin importar cuáles sean tus preguntas, acude a tu Señor,
quien te sostiene en la incertidumbre. Quédate ahí, porque no estás sola; Él te
abraza bajo sus alas.
Recuerda hoy que el Dios de toda
certeza nos ampara en la tribulación gracias a que antes él también debió
desamparar. La Biblia nos enseña que debemos ser castigados porque hemos
quebrantado la ley moral de Dios, el Creador de la vida, quien está apartado de
todo pecado. Nuestros crímenes nos condenan delante del Juez. No obstante, Jesucristo,
el único Hijo de Dios, se hizo hombre, vivió en esta tierra sin pecado alguno,
y fue abandonado por Su Padre en una cruz sufriente y perversa, siendo el
sustituto por el pago de nuestros delitos. Fue necesario que él tomara nuestro
juicio. Cristo padece nuestra condenación. ¡Sorprendente amor! Al tercer día,
él resucitó de entre los muertos. ¡Él vive hoy! El perdón por nuestros pecados
es ofrecido por Dios al arrepentirnos. Cree en Su mensaje. No hay incertidumbre
en Dios.
Escrito por Belén Suárez.
Amén! Gracias por compartir estos pensamientos y por los textos que hablan sobre ser sinceras en cuánto a cómo nos sentimos delante de Él y pedir su ayuda 💗 Dios es fiel y nos ama 💗
ResponderEliminar¡Gracias por haberte contactado! Nos da mucho gozo saber que podemos ser de bendición a otros.
Eliminar¡Bendiciones!