¿Alguna vez te pusiste a enumerar cada uno de los consejos que te han dado sobre el noviazgo? ▪ Estén de novios al menos un año ▪ No estiren el noviazgo más de un año. ▪ Salgan siempre en grupos, con amigos. ▪ Asegúrense de tener un tiempo a solas también. ▪ No se besen antes de casarse. ▪ Pero, ¿cómo pueden saber si hay "química" entre ustedes si no se besan? ▪ Dejen en claro cuáles son los límites. ▪ No hagan exactamente lo que otros hicieron. ▪ Pasen mucho tiempo juntos. ▪ Midan la cantidad de tiempo que pasan juntos. ▪ ...
En estos tiempos donde la
tecnología lo inunda todo, hasta la Real Academia Española debió incorporar la
palabra “clic” (y no click, ya que ese
término corresponde al inglés) como una onomatopeya cuya intención es imitar el
sonido del mouse. Así decimos que con un solo “clic” podemos entrar al mundo
cibernético o a un sin fin de
información, entre miles de opciones que nos ofrece ese pequeño
movimiento. Un antes y un después. Como el idioma es dinámico, cambiante y
progresivo, empleamos la expresión “me
hizo clic”, para definir una variedad de
situaciones, ya sea algo que por fin comprendimos o un pensamiento que modificó
nuestra manera de actuar, o bien para hablar de aquella circunstancia que
produjo “un antes y un después”.
Salvando las distancias, aquellos
que tuvimos un encuentro con Jesucristo,
pudimos palpar que desde ese día, hubo “un antes y un después”. Fue cuando comprendimos
que nuestros pecados nos separaban absolutamente del Santo y Único Dios y que Él mismo tomó la
imperiosa decisión de venir a este mundo en la persona de Jesucristo para pagar
sobre la cruz todos nuestros pecados, derramando hasta su última gota de sangre
para “salvar lo que se había perdido”. El Señor de señores, completamente
hombre y completamente Dios, se dejó desfigurar por los mortales, ya que no había otra forma de aplacar Su ira que recaía sobre nuestra vida, no había otra
forma de reconciliarnos, no había otro modo de volvernos a Él. Nosotros
inmundos, sucios y distantes, mientras el Señor declaraba su amor: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que
ha dado a Hijo Unigénito, para que todo aquél que en El cree no se pierda, más
tenga vida eterna” (Juan 3:16). Su gracia nos abrió este “acceso
con confianza” (ver Efesios 3:12), directo a Su presencia. 2 Corintios 5:17 afirma: “De
modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es. Las cosas viejas pasaron,
he aquí todas son hechas nuevas”.
Del mismo modo, entrar en contacto
con Su Palabra tiene un efecto transformador. Cientos de personas
alrededor del mundo y a lo largo de la historia, así lo testifican. Y es lógico,
porque se trata de una Palabra que no es humana, tal como lo expresa el apóstol
Pablo en Hebreos 4:12: “es viva y
poderosa. Es más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra entre el
alma y el espíritu, entre la articulación y la médula del hueso. Deja al
descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos” (versión NTV). De modo que sin
necesidad de acudir a ningún terapeuta o profesional de la conducta humana, sin necesidad de recibir fármacos o
realizar terapias alternativas, el impacto que promete la Palabra de Dios no
tiene competencia. ¿Hasta qué punto creemos esta verdad?. Nuestro tiempo a
solas con Dios y Su Escritura, ¿están haciendo un antes y un después?
Cuando Josué quedó a cargo del
pueblo judío, en el preciso momento en que debía guiarlos a entrar a la tierra
prometida, Dios le habló para darle un encargo que no olvidaría jamás.
Ciertamente los pueblos vecinos eran fuertes, muchos conocían las armas y las
estrategias de la guerra, y hasta había personas con estaturas descomunales,
grandes y fuertes, que el mismo Josué registró (ver Números 13:33). Así que él esperaría de parte de Dios
algunos planes de contraataques sorpresivos, algunos rayos del cielo para la
defensa y destrucción de los enemigos o
algunas palabras alentadoras de humana sabiduría a fin de preparar al pueblo
para los cientos de combates que tendrían que sobrellevar. Pero la Escritura
dice: “ Solamente esfuérzate y sé
muy valiente, para cuidar de hacer conforme
a toda la ley que mi siervo Moisés
te mandó; no te apartes de ella ni a
diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.
Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y
de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que
en él está escrito; porque entonces harás
prosperar tu camino y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”. Josué
1:7-9 (énfasis agregado).
- Meditar en la Palabra de Dios va más allá de escuchar, leer, estudiar y aún memorizar las Escrituras. Y esto es lo que Dios le estaba pidiendo a Josué. Que en distintos momentos del día, podamos pensar de modo específico qué dice exactamente Su Palabra y cómo podemos aplicarla a nuestras vidas.
La meditación puede compararse
con permanecer cerca del fuego. Imagine que usted estuvo afuera en un día
helado, y luego entra adonde hay una chimenea con fuego vivo y caliente. Usted
siente mucho frío. Extiende sus manos hacia el fuego durante dos segundos.
Luego se retira y piensa: - todavía tengo frío. ¿Qué le pasa?. ¿Hay algo mal
dentro de usted?. ¿Es usted sólo un receptor de calor de segunda?. No, el
problema no es usted; es su método: usted no se quedó cerca del fuego. Si quiere
calentarse, tiene que permanecer cerca del fuego hasta que le caliente la piel,
luego los músculos y luego sus huesos, hasta que haya entrado completamente en
calor. El no permanecer es la razón por la que muchos no recuerdan o no logran
calentar su corazón cerca del fuego de la Palabra de Dios. Si sus ojos no
tardan más que segundos en pasar por el fuego del capítulo que está leyendo, no
importa cuántos episodios de dos segundos tenga usted; rara vez recordará o se
conmoverá por algo que lea.”
- Hay muchísimas promesas en la Palabra para aquellos que meditan en las Escrituras. En el Salmo 1, por ejemplo, el resultado de la meditación es la estabilidad, la productividad, la perseverancia y la prosperidad.
La meditación es la absorción de
las Escrituras y esa absorción lleva a la experiencia con Dios y a la
transformación de vida que anhelamos. La simple lectura de la Palabra de Dios
puede convertirse en información que sólo pasa por nuestra mente, así como el
agua corre por una cañería. El autor del Salmo 119 estaba seguro de que él era
más sabio que todos sus enemigos v. 98 y que tenía mejor percepción que sus
maestros v. 99. ¿Cómo adquirió más sabiduría y entendimiento que cualquier
otro?. “Porque siempre pienso en tus leyes” (ver Salmo 119:98-99).
Las promesas expansivas que Dios
da a quienes meditan van desde el Antiguo al Nuevo Testamento. En Santiago 1:25 se
nos recuerda “Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la
libertad y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un
hacedor eficaz, este será bienaventurado en lo que hace”. Observe que la promesa no es sólo para
alguien que mira la ley como un lector indiferente, sino en vez de eso, para el
que la mira atentamente. Eso es
meditación. Lo opuesto es un oidor
olvidadizo. Aquel que contempla meditativamente se convierte en un hacedor eficaz de las Escrituras.
- Necesitamos seguir algún método para meditar eficazmente.
Nuestro propósito principal no es
llegar a ser más competentes o disciplinados con la meditación; nuestro
propósito es la piedad. Como dice Santiago 1:25 ser un “hacedor eficaz” es el
objetivo, o sea, ser como Cristo. Ese es el fin; la meditación es sólo uno de
los medios. Sabemos que no podemos esperar la bendición de Dios por separado de
la obediencia. Así que la pregunta es: qué hará que seamos más obedientes
mañana que hoy?. Ya hemos dicho que podemos leer la Biblia todos los días y
permanecer sin cambios. Debido a la
avalancha de información que hay en la actualidad y a la cantidad de responsabilidades adicionales,
la distracción mental y la disipación pueden mantenernos lejos de esta
necesidad que apremia: dejar que Dios haga un profundo “clic” en nuestras
vidas.
Te sugiero la lectura del libro
“Disciplinas espirituales para la vida cristiana” de Donald S.
Whitney, de donde se extrajo parte de este escrito y donde se presentan como
ayuda 17 métodos para meditar en la Palabra de Dios.
Dios diseñó el plan de la
meditación en Su Palabra para que tengamos vidas fructíferas y no cambiará su
método hasta que lo veamos cara a cara.
Bibliografía consultada:
- Whitney, Donald S., (2016). Disciplinas espirituales para la vida cristiana. Editorial NavPress.
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