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La regla de oro en el noviazgo cristiano

  ¿Alguna vez te pusiste a enumerar cada uno de los consejos que te han dado sobre el noviazgo? ▪         Estén de novios al menos un año ▪         No estiren el noviazgo más de un año. ▪         Salgan siempre en grupos, con amigos. ▪         Asegúrense de tener un tiempo a solas también. ▪         No se besen antes de casarse. ▪         Pero, ¿cómo pueden saber si hay "química" entre ustedes si no se besan? ▪         Dejen en claro cuáles son los límites. ▪         No hagan exactamente lo que otros hicieron. ▪         Pasen mucho tiempo juntos. ▪         Midan la cantidad de tiempo que pasan juntos. ▪         Conozcan a varias personas antes de comprometerse con una. ▪         Mejor no traten de conocer a nadie hasta que estén realmente listos para casarse.  La lista podría seguir. De hecho, si eres parte de una comunidad cristiana, seguro tengas más cosas para agregar. El punto es que, aunque entre cristianos todos sigamos a Cristo, leamos la misma Biblia y tengamos un mis

¿Te hizo "clic"?


En estos tiempos donde la tecnología lo inunda todo, hasta la Real Academia Española debió incorporar la palabra “clic” (y no click, ya que ese término corresponde al inglés) como una onomatopeya cuya intención es imitar el sonido del mouse. Así decimos que con un solo “clic” podemos entrar al mundo cibernético o a un sin fin de  información, entre miles de opciones que nos ofrece ese pequeño movimiento. Un antes y un después. Como el idioma es dinámico, cambiante y progresivo, empleamos la expresión “me hizo clic”, para definir  una variedad de situaciones, ya sea algo que por fin comprendimos o un pensamiento que modificó nuestra manera de actuar, o bien para hablar de aquella circunstancia que produjo “un antes y un después”.
Salvando las distancias, aquellos que  tuvimos un encuentro con Jesucristo, pudimos palpar que desde ese día, hubo “un antes y un después”. Fue cuando comprendimos que nuestros pecados nos separaban absolutamente del Santo y Único Dios y que Él mismo tomó la imperiosa decisión de venir a este mundo en la persona de Jesucristo para pagar sobre la cruz todos nuestros pecados, derramando hasta su última gota de sangre para “salvar lo que se había perdido”. El Señor de señores, completamente hombre y completamente Dios, se dejó desfigurar por los mortales, ya que  no había otra forma de aplacar Su ira que recaía sobre nuestra vida, no había otra forma de reconciliarnos, no había otro modo de volvernos a Él. Nosotros inmundos, sucios y distantes, mientras el Señor declaraba su amor: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Hijo Unigénito, para que todo aquél que en El cree no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16). Su gracia nos abrió  este  “acceso con confianza” (ver Efesios 3:12), directo a Su presencia. 2 Corintios 5:17  afirma: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es. Las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas”.
Del mismo modo, entrar en contacto con Su Palabra  tiene un efecto transformador. Cientos de personas alrededor del mundo y a lo largo de la historia, así lo testifican. Y es lógico, porque se trata de una Palabra que no es humana, tal como lo expresa el apóstol Pablo en Hebreos 4:12: “es viva y poderosa. Es más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra entre el alma y el espíritu, entre la articulación y la médula del hueso. Deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos” (versión NTV). De modo que sin necesidad de acudir a ningún terapeuta o profesional de la conducta humana, sin necesidad de recibir fármacos o realizar terapias alternativas, el impacto que promete la Palabra de Dios no tiene competencia. ¿Hasta qué punto creemos esta verdad?. Nuestro tiempo a solas con Dios y Su Escritura, ¿están haciendo un antes y un después?
Cuando Josué quedó a cargo del pueblo judío, en el preciso momento en que debía guiarlos a entrar a la tierra prometida, Dios le habló para darle un encargo que no olvidaría jamás. Ciertamente los pueblos vecinos eran fuertes, muchos conocían las armas y las estrategias de la guerra, y hasta había personas con estaturas descomunales, grandes y fuertes, que el mismo Josué registró (ver Números 13:33). Así que él esperaría de parte de Dios algunos planes de contraataques sorpresivos, algunos rayos del cielo para la defensa y destrucción de los enemigos o algunas palabras alentadoras de humana sabiduría a fin de preparar al pueblo para los cientos de combates que tendrían que sobrellevar. Pero la Escritura dice: “ Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”. Josué 1:7-9 (énfasis agregado).

  • Meditar en la Palabra de Dios va más allá de escuchar, leer, estudiar y aún memorizar las Escrituras. Y esto es lo que Dios le estaba pidiendo a Josué. Que en distintos momentos del día, podamos pensar de modo específico qué dice exactamente Su Palabra y cómo podemos aplicarla a nuestras vidas.
La meditación puede compararse con permanecer cerca del fuego. Imagine que usted estuvo afuera en un día helado, y luego entra adonde hay una chimenea con fuego vivo y caliente. Usted siente mucho frío. Extiende sus manos hacia el fuego durante dos segundos. Luego se retira y piensa: - todavía tengo frío. ¿Qué le pasa?. ¿Hay algo mal dentro de usted?. ¿Es usted sólo un receptor de calor de segunda?. No, el problema no es usted; es su método: usted no se quedó cerca del fuego. Si quiere calentarse, tiene que permanecer cerca del fuego hasta que le caliente la piel, luego los músculos y luego sus huesos, hasta que haya entrado completamente en calor. El no permanecer es la razón por la que muchos no recuerdan o no logran calentar su corazón cerca del fuego de la Palabra de Dios. Si sus ojos no tardan más que segundos en pasar por el fuego del capítulo que está leyendo, no importa cuántos episodios de dos segundos tenga usted; rara vez recordará o se conmoverá por algo que lea.”

  • Hay muchísimas promesas en la Palabra para aquellos que meditan  en las Escrituras. En el Salmo 1, por ejemplo, el resultado de la meditación es la estabilidad, la productividad, la perseverancia y la prosperidad.
La meditación es la absorción de las Escrituras y esa absorción lleva a la experiencia con Dios y a la transformación de vida que anhelamos. La simple lectura de la Palabra de Dios puede convertirse en información que sólo pasa por nuestra mente, así como el agua corre por una cañería. El autor del Salmo 119 estaba seguro de que él era más sabio que todos sus enemigos v. 98 y que tenía mejor percepción que sus maestros v. 99. ¿Cómo adquirió más sabiduría y entendimiento que cualquier otro?. “Porque siempre pienso en tus leyes” (ver Salmo 119:98-99).



Las promesas expansivas que Dios da a quienes meditan van desde el Antiguo al Nuevo Testamento. En Santiago 1:25 se nos recuerda “Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, este será bienaventurado en lo que hace”.  Observe que la promesa no es sólo para alguien que mira la ley como un lector indiferente, sino en vez de eso, para el que la mira atentamente. Eso es meditación. Lo opuesto es un oidor olvidadizo. Aquel que contempla meditativamente se convierte en un hacedor eficaz de las Escrituras.

  • Necesitamos seguir algún método para meditar eficazmente.
Nuestro propósito principal no es llegar a ser más competentes o disciplinados con la meditación; nuestro propósito es la piedad. Como dice Santiago 1:25 ser un “hacedor eficaz” es el objetivo, o sea, ser como Cristo. Ese es el fin; la meditación es sólo uno de los medios. Sabemos que no podemos esperar la bendición de Dios por separado de la obediencia. Así que la pregunta es: qué hará que seamos más obedientes mañana que hoy?. Ya hemos dicho que podemos leer la Biblia todos los días y permanecer sin cambios.  Debido a la avalancha de información que hay en la actualidad y a  la cantidad de responsabilidades adicionales, la distracción mental y la disipación pueden mantenernos lejos de esta necesidad que apremia: dejar que Dios haga un profundo “clic” en nuestras vidas.
Te sugiero la lectura del libro “Disciplinas espirituales para la vida cristiana” de Donald  S. Whitney, de donde se extrajo parte de este escrito y donde se presentan como ayuda 17 métodos para meditar en la Palabra de Dios.
Dios diseñó el plan de la meditación en Su Palabra para que tengamos vidas fructíferas y no cambiará su método hasta que lo veamos cara a cara.


Escrito por M.P.

Bibliografía consultada:
  1. Whitney, Donald S., (2016). Disciplinas espirituales para la vida cristiana. Editorial NavPress.

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