¿Alguna vez te pusiste a enumerar cada uno de los consejos que te han dado sobre el noviazgo? ▪ Estén de novios al menos un año ▪ No estiren el noviazgo más de un año. ▪ Salgan siempre en grupos, con amigos. ▪ Asegúrense de tener un tiempo a solas también. ▪ No se besen antes de casarse. ▪ Pero, ¿cómo pueden saber si hay "química" entre ustedes si no se besan? ▪ Dejen en claro cuáles son los límites. ▪ No hagan exactamente lo que otros hicieron. ▪ Pasen mucho tiempo juntos. ▪ Midan la cantidad de tiempo que pasan juntos. ▪ ...
Vivimos en una generación obsesionada con la autoestima.
Constantemente se nos dice que la clave para alcanzar la felicidad consiste en
amarse y valorarse a sí mismo; de este modo, y según estas voces, lo primordial
es que mi vida gire alrededor de mí. Esto quiere decir: “si me amo lo
suficiente, y tengo un elevado concepto de mí misma, hallaré el camino hacia la
felicidad”. Quizás, esta sea una de las causas ocultas por lo cual la gente se auto-promueve
y se auto-alaba hasta llegar a colocarse en el primer lugar. Nuestra cultura ha
hecho del egoísmo una virtud, y de la humildad que se enfoca en el servicio a los
demás, una debilidad.
Sin embargo, este pecado de la obsesión por uno mismo,
no surgió en el siglo XXI, sino en el principio mismo de la historia humana, cuando
Adán y Eva pecaron contra Dios al comer del fruto prohibido (ver Génesis 3).
Antes de la caída, la “autoestima” no era un asunto importante en sus vidas; la
identidad de ellos estaba segura, arraigada y definida en el plan perfecto de
Dios. Ellos eran sus hijos, y tenían una relación perfecta con el Padre; no
había pecado, por lo tanto, todo era perfecto. Sin embargo, todo cambió cuando Adán
y Eva, y a partir de allí, todos nosotros, desobedecieron y rechazaron la voz del
Señor, buscando “querer ser igual a Dios” (ver Génesis 3:5). Desde ahí en
adelante, la relación entre Dios y el hombre ha sido afectada. El hombre ahora
busca alabar a la criatura antes que al Creador (ver Romanos 1:21-23), amándose
y alabándose a sí mismo, por encima del Señor.
El evangelio. El
llamado a morir al amor a uno mismo.
Y
[Jesús] decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque el que
quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa de mí,
ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve a un hombre haber ganado el mundo
entero, si él mismo se destruye o se pierde?
Lucas
9:23-25 – versión LBLA. (Aclaraciones y énfasis agregado).
Estas palabras de Jesús, contienen verdades que
confrontan el orgulloso corazón que tenemos. En medio de una sociedad que
proclama el amor y la adoración a uno mismo, el mensaje del Evangelio suena
como algo totalmente revolucionario. ¿Por qué? Porque tristemente, el mensaje
que dice: “Ámate a ti mismo”, también ha entrado en las iglesias.
Algunos psicólogos muy reconocidos por la sociedad,
tales como Carl Rogers y Erich Fromm, han afirmado que «la
falta de amor propio y autoestima es la raíz del problema del hombre». Lamentablemente,
muchas iglesias han creído esta mentira porque han dejado la verdad de Dios y han
aceptado, a la vez, las mentiras del mundo. Sus sermones se basan en motivar y
alentar a las personas a que se sientan mejor con ellas mismas. Expresiones tales
como: “auto-estima”, “auto-valoración”, “auto-ayuda”, “auto-confianza”, etc. son
claves en sus predicaciones. Es así como el “corazón” del mensaje se ha movido
desde la gloria de Dios hacia la autoestima del hombre.
A pesar de esto, Jesús sigue siendo claro y directo en
Su Palabra. Él dice que si alguno quiere ser su discípulo, debe negarse a sí
mismo. ¿Has notado el énfasis que hace Jesús?: “niéguese a sí mismo”, “tome su cruz” y “sígame”. Un mensaje
totalmente opuesto a lo que se predica hoy en día, tanto en los medios seculares
como en los púlpitos de las iglesias. ¿Acaso nos ordena Jesús que debemos
amarnos a nosotras mismas porque “no nos amamos lo suficiente”? ¡No! En
realidad, ya nos amamos demasiado. Cristo nos dice que debemos negarnos a
nosotras mismas, y esto sí que toca la llaga de nuestro orgullo, ¿no es cierto?
La pregunta que surge es: ¿negarnos a qué? Por
supuesto, la respuesta es: a nuestra vida de pecado; al juego necio de querer
ser las reinas soberanas de nuestras propias vidas. El problema de las personas
no es que “no se aman lo suficiente”; el gran problema de la humanidad es el pecado,
el mal que nos ha separado de la gloria de Dios. Su palabra dice en Romanos
3:23: “por cuanto todos pecaron y están
destituidos de la gloria de Dios”. Nuestra naturaleza caída se traduce en
un amor desmedido por nosotras mismas, lo cual puede ser muy peligroso, porque Jesús
dijo: “El que ama su vida la pierde; y el que aborrece su vida en este mundo, la
conservará para vida eterna.” Juan 12:25, versión LBLA (énfasis agregado).
Si somos sinceras con nosotras mismas, veremos que nos
amamos demasiado. Amamos nuestras ambiciones, amamos nuestras posesiones,
amamos aquello en lo que somos hábiles, amamos vivir en forma auto-centrada; realmente,
nos amamos mucho. Este es nuestro gran problema: el objeto de nuestro primer amor somos nosotras mismas. John MacArthur en su
comentario acerca del libro de Juan, sobre este pasaje comenta: «El que ama su vida en este mundo por sobre los
intereses del reino de Dios, al final la perderá. Por otra parte, el que aborrece
su vida en este mundo, y hace de Cristo (no de sí mismo) su primera prioridad,
para vida eterna la guardará. Aborrecer la vida propia, es una expresión que
tiene la connotación de dar preferencia a una cosa por sobre otra. […] En este
contexto se refiere a preferir a Cristo por sobre la familia, las posesiones,
las metas, los planes y los deseos; incluso sobre la vida propia.»1
El Evangelio de Jesucristo es el llamado a morir a
nuestro amor al yo, morir a nosotros mismos y a nuestra vida de pecado, para poder
vivir la verdadera vida plena que se encuentra en Él.
Fuimos creadas
para glorificar y amar a Dios
Vimos que, desde la perspectiva de Jesús, la
auto-estima no es la solución para satisfacer nuestras almas, y menos aún para
otorgarnos paz y felicidad a nuestras vidas. De esta manera, llegamos a la
parte clave de esta reflexión: ¡Solamente en Cristo se haya la plenitud de gozo
para nuestras almas! Fuimos creadas para glorificar a Dios y para estar en
comunión con Él. No hay nada ni nadie que pueda satisfacer nuestras almas, ni
siquiera la noción de una autoestima elevada.
Tal como lo expresó el pastor John Piper en una de sus
predicaciones tituladas “Cuando no deseo a Dios”: «Nadie va al Gran Cañón (o
podríamos nosotras decir “al cerro Tronador”, en Bariloche) para aumentar su
autoestima. Porque en el borde del Gran Cañón, lo que experimentamos es
asombro, admiración y un sano sentido de pequeñez, no un concepto más elevado
de nosotros mismo. El cielo no será un salón de espejos en donde te puedas ver
y decirte cuánto te amas. […] No, no habrá espejos en el cielo, porque el cielo
se trata sola y principalmente de Jesús, no de nosotros.»2
Hermanas, si observando las montañas nos percibimos
pequeñas e insignificantes, ¡imaginen lo que experimentaremos delante del
Creador de esas montañas! Fuimos creadas para adorar y glorificar a Dios, no a
nosotras mismas. Él es el único digno de adoración.
Su gloria,
nuestro gozo.
Si entendemos que fuimos creadas para glorificar su
nombre y exaltar su persona, nuestros corazones estarán satisfechos sólo cuando
vivamos de esa manera. Nuestros corazones no estarán satisfechos según la
medida de amor propio que tengamos, no. ¡No caigamos en esa trampa! Nuestros
corazones estarán satisfechos solamente en una relación de amor obediente hacia
la persona de Cristo. Tal como dijo Agustín de Hipona: «Nos hiciste, Señor,
para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti.»
No hay conflicto entre tu felicidad y la gloria de
Dios, porque «…Su gloria incrementa tu felicidad, cuando tu felicidad está en
Él. Debido a que Dios es la fuente de la mayor felicidad y el mayor tesoro del
mundo, su gloria es el regalo más gratificante que podría brindarnos. Esta es
la cosa más amable y amorosa que Dios podría hacer: revelarse y magnificarse a sí mismo para nuestro gozo eterno.»3
Ahora, amada hermana, escribo esto a fin de que podamos
ver juntas la majestuosidad y hermosura de Dios revelada en Su Palabra. Cuando asumamos
que nada ni nadie puede otorgarnos la felicidad y el gozo pleno a nuestras
almas, recién entonces, podremos entender que la autoestima es impotente para solucionar
nuestro problema más grande: el pecado. Sólo Dios puede satisfacer nuestras
almas insaciables; sólo en Él se halla la plenitud de gozo. El descanso para nuestras
almas se encuentra en el evangelio de Jesucristo. Se trata de vivir y “andar como Él anduvo” (1 Juan 2:6), de
servir a los demás como él lo hizo durante su ministerio en la tierra, de seguir
el ejemplo de la humildad de Cristo (ver Filipenses 2:5-11), y de ser llenas de
su Espíritu, al ser guiadas por la Palabra de Dios (ver Salmos 119:1-2; Lucas
11:28).
He aquí la clave de la felicidad: vivir para lo que
fuimos creadas: ¡glorificar Su nombre!
Así que, «¡por cada vez que te mires a ti misma, mira
diez veces a Cristo!» - Robert Murray.
Cuando vengan las tentaciones de vivir en forma auto-centrada
y de creer que eres autosuficiente, ora pidiendo la dirección y ayuda de Dios para
hacer morir esos pensamientos egoístas y orgullosos, y medita en las verdades
gloriosas de su Palabra y en las promesas del Evangelio (ver Filipenses 4:8).
Dios nos ayude a vivir para Cristo, enfocadas en lo
eterno, y morir a nuestro auto-centrismo.
¡Dios las bendiga y sostenga en Su Palabra de gracia y
verdad!
Bibliografía consultada:
1 MacArthur, J., (2006), Comentario MacArthur del Nuevo Testamento: Juan. Michigan,
Editorial Portavoz.
2 Piper, J. [Desiring God]. (2017, October 31). Self-Esteem Won’t Save You
[Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=xd7E7o8qIvA
3 Piper, J., Asombrados
por Dios, Nashville, Tennessee, Editorial B&HEspañol
Que bendición leer esto. Pensando también como Dios utiliza a una jovencita que vive lo que transmitió en su escrito! Gracias Belu..
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